lunes, 2 de marzo de 2020

Sobre los divinos Verlaine y Sawa y cierto infraser

Escribe el divino Sawa: "Aquel día del mes de enero era llorón y triste, y desde la cama lo sentía yo transcurrir, ansiando su fenecer". Mr. Robert, el dueño del hotelucho parisino donde se hospeda el literato, entra en la habitación sin avisar. Tiene un recado de Mme. Krantz, "la postrera mujer íntima del poeta". El poeta en cuestión es nada más y nada menos que Verlaine, que está expirando. Mme. Krantz le ha pedido a Mr. Robert que le dé el aviso al amigo y discípulo. El divino Sawa acepta de inmediato la luctuosa invitación. Cuando se presenta ante el maestro, este acaba de morir. Escribe: "¡La infecta calle y el triste fin de aquel misérrimo soberano! Al besarlo en la frente, la noté tibia aún. Mme. Krantz me confirmó, en efecto, que aquella caparazón inerte, aquellos despojos, habían sido todavía un hombre muy pocos momentos antes..." Se acerca también por allí el dramaturgo y novelista Catulle Mendès, quien contó más tarde: "Yo estrecho la mano del muerto, una mano pequeñita, muy pálida, un poco encogida y tibia aún, como si en ella quedara todavía amistad".
De “Iluminaciones en la sombra”. Si esto no es una lección magistral de literatura histérica, que suba Satán y lo vea. 
[Anécdota contemporánea o post data o moraleja o lo que sea: El divino Sawa, oriundo de Sevilla, absolutamente olvidado. El putrefacto Antonio Burgos, oriundo de Sevilla, flamante Hijo Predilecto de Andalucía].