“MADRID-COCHABAMBA (CARTOGRAFÍA DEL DESASTRE)”, de Pablo Cerezal y Claudio Ferrufino-Cocqueugniot
Por Emilio Losada
De los alcoholes y de las viandas, del
garito, del restorán y del cinematógrafo iniciático, de Miller a Umbral,
de Dylan a Antonio Vega, de la Biblioteca de Alejandría a los libros de
viejo del Paseo de Recoletos, estación de término soñada para su lúcida
obra por el de Madrid, de las mujeres con las que se comparten cimas y
asperezas y de las que amenizan soledades siempre que, como otrora
aconteciese al glorioso antisanto boliviano, no se interponga en el
trance un irresistible elepé de Neil Young & Crazy Horse, de las
infancias que pasan casi sin olerlas y apenas dejan como testimonio los
reumáticos huesos de una bicicleta, de la penca muerte, de los pencos
muertos al relente o en los nichos, pero sobre todo de la penca vida,
toneladas de vida hay en esta joya de libro, primero se vive y luego se
escribe, es ley de leyes, nunca es al revés, ya nos lo dejó claro antes
de los diecinueve el renacuajo de Charleville, cuánta vida y cuánta alta
Literatura hay aquí, con Ele mayúscula, sí, Ele también de Libertad,
Ele Libertaria, pura y bruta prosa esta, hermosa y desquiciada, de la
que sólo se deja ver muy de vez en cuando a estas alturas del tinglado,
Pablo y Claudio, Claudio y Pablo, Madrid-Cochabamba, Cochabamba-Madrid,
obra de arte de primer nivel, vaya par de dos, Pablo, el poeta
disfrazado de prosista, ya dio el aviso cuando tras enamorarse de y en Marruecos parió aquella maravilla de novela, Los cuadernos del Hafa,
ahora en su parte de este libro, precisamente desde Cochabamba, es una
larga historia, evoca melancólico sus correrías por aquel irrecuperable
Madrid previo a la nefasta irrupción de Álvarez del Manzano y sus
putrefactos acólitos, malditos sean por siempre, aunque no se hunde del
todo, culebrea por los recovecos y da con el respiradero, en su búsqueda
de una señal para la esperanza felizmente la halla en la sonrisa
extranjera, se sale en «Razas del extrarradio», menuda oda mil leches,
chico, chúpense ésa, víboras perladas de Madrid Norte, y qué decir de
Claudio, el mago de la prosa histérica, prosa volcánica, que dice Pablo,
es lo mismo, de muy joven incurre Norteamérica, pelea y compadrea a
ritmo de rocanrol, marea la perdiz con urgencia beatnik, seduce y cata vicios, devora libros y escribe, afila sus bigotes de irreductible galo y lanza al mundo, entre otros tantos, El exilio voluntario,
vaya artefacto, como cada uno de los que aquí nos suelta en formato
corto, donde igual abofetea inmisericorde a los políticos que comen
flores mientras reparten miserias como rememora perversos alivios a
consta de la Deneuve previos a los días de chicha y rosas, Pablo y
Claudio, Claudio y Pablo, Lou Reed los cría y ellos se juntan, otra
larga historia, pero qué forma de escribir, qué barbaridad, lo hacen con
un cuchillo entre los dientes, dejan tan alto el listón que ya es que
ni con pértiga, y nada hay que recriminarles, son malos de los buenos,
en pleno desastre se toparon con la penúltima botella, es un símil a
medias, y para evitarnos posibles disgustos no dejaron que la viésemos
ni medio vacía ni medio llena, la hicieron trizas, aunque, eso sí, antes
se la bebieron toda.
Desde Madrid Pablo Cerezal me responde a unas preguntas acerca de este estupendo “desastre”.
- Los textos que Claudio y tú publicáis en vuestros respectivos blogs con motivo de la muerte de Lou Reed propician el encuentro en la distancia. Se conoce que desde entonces establecéis una fluida relación epistolar, curiosamente tú, madrileño, desde Cochabamba; él, cochabambino, desde Denver, donde reside desde hace años. Al fin os conocéis en persona cuando Claudio viaja a su ciudad natal para asistir al funeral de su padre, momento que ambos reflejáis de forma épica y muy divertida en los epílogos de M-C. ¿En qué momento surge la idea del libro? ¿Quién la propone?
Sí, podemos asegurar que Lou Reed fue el
detonante de una relación latente. El fallecimiento del poeta
neoyorquino generó en ambos el mismo impulso, idéntica urgencia, y esa
misma noche escribíamos al respecto en nuestros respectivos blogs. A
partir de ahí comenzó esa relación epistolar que comentas y en la que no
sólo hablábamos de música y literatura, sino también de nosotros
mismos, de nuestros desvelos, nuestras pasiones, nuestras decepciones,
nuestros traumas, nuestros itinerarios vitales… Y descubrimos que
tenemos mucho en común. Y que lo que no tenemos en común, incluso nos
fascina más. Y que lo que más nos une es la pasión por la vida a pie de
calle, por la belleza que habita en el barro, por las pequeñas miserias
que pueden llegar a ser gloriosas grandezas si se contemplan bajo el
prisma adecuado. Todo muy Lou Reed, ya ves. Así que la idea de escribir
algo juntos surge de manera natural, casi por ósmosis, podríamos decir, y
al muy poco tiempo de iniciada la amistad. ¿Quién lo propone? Claudio
se empeña en culparme a mí. Pero yo siempre le negaré, soy demasiado
cobarde como para arrogarme tal osadía. Digamos que más que una
propuesta fue una consecuencia. ¿Acaso un orgasmo lo provoca el cuerpo
que devoramos, o es fruto de su unión con el propio? Porque este libro
es eso: un orgasmo verbal fruto del coito feroz entre dos sensibilidades
heridas. El resto sería puro onanismo.
- A lo largo de todo el libro, y no sólo en el apartado “Músicas”, aparecen compositores e intérpretes de la talla de Neil Young, Bob Dylan, Tom Petty, el citado Lou Reed, Antonio Vega, etecé, etecé. ¿Hasta qué punto ha influido (creo que aquí puedes responder también por Claudio) en vuestra literatura la música pop?
Ya he explicado que fue la música lo que
realmente nos unió, antes que la literatura. Yo vivía en Cochabamba, y
me sorprendió conocer a un cochabambino que admirase a Lou Reed.
Lamentablemente, la música que se escucha en Bolivia es, en el mejor de
los casos, folclore desdibujado… y charcutería latina de radio fórmula
mayormente. Por eso pensé que Claudio conocía a Lou Reed por vivir en
EE.UU. Pero luego me explica que no es así, que a Reed, a Cohen, a
Dylan, a Neil Young, etc. se los escuchaba en Cochabamba cuando él vivía
allí, en su adolescencia. Eso ya me descubrió la primera conexión entre
el pasado urbano de Claudio y el mío, en ese Madrid del que ya han
quedado extirpadas para siempre las noches de música voraz y voracidad
vital. Tanto Claudio como yo adolecemos de una insana curiosidad por los
más diversos campos de la creación, y en la música coincidimos en gusto
y, sobre todo, en pasión. En su literatura las referencias musicales
son más transversales, pero son de manera ineludible. En mi caso la
música marca cada uno de mis días y lo que de ellos hago o deshago, y
siempre ha sido protagónica actriz de mis letras. Tal vez de ahí surja
mi obsesión porque lo que escribo tenga cierta sonoridad o melodía. En
el magnífico documental que ha dirigido José Ramón Da Cruz, inspirándose
en Madrid-Cochabamba, queda más patente de lo que ahora pueda explicar la importancia de la música en nuestra literatura.
- Viajaste a Cochabamba con tu mujer y con tu hijo para colaborar con una ONG cuyos verdaderos intereses pronto empiezas a poner en duda. Cuando confirmas tus malos augurios quieres salir de allá, pero el sistema te lo impide. En su blog y en sus colaboraciones en prensa Claudio no ceja en el empeño de desenmascarar a Evo Morales. ¿Qué le dirías a toda esa izquierda un tanto ingenua que desde la relativamente confortable Europa tiene a Evo y a sus próximos en un pedestal?
No estaría de más que los componentes de
esa izquierda ingenua que mentas se dieran un paseo por Bolivia para
conocer su realidad… sí, un paseo por el lado salvaje de la vida nunca
está de más. Eso nos haría a todos menos infelices. Porque toda esa
izquierda es la de las soflamas de fin de semana, la de las
manifestaciones de cañas y tapas que ve la realidad por televisión,
cómodamente instalada en el sofá del salón calefactado. A mí me duele
Bolivia, no lo niego, pero no me dolerá jamás como pueda hacerlo a
Claudio o cualquier otro boliviano. Yo sufrí un verdadero martirio allá,
pero al fin y al cabo soy europeo y puedo salir, aunque sea expulsado.
Puedo instalarme en otro lugar, tengo ese privilegio sin siquiera
haberlo reclamado ni luchado por él. Pero ellos, los bolivianos, la
mayoría no pueden salir, y los que lo hacen no son bien recibidos en
casi ningún sitio. Así que es normal que a Claudio le duela más y se
emplee a fondo en desenmascarar a este nuevo dictador que se disfraza de
adalid de las libertades indígenas y el socialismo para mejor vivir la
vida loca de prebendas y riquezas que antes de ser presidente le estaban
negadas. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que el principal
activo de un sistema socialista ha de ser la educación. Pero, en
Bolivia, la educación es ninguneada por el gobierno de Movimiento al Socialismo,
de Evo Morales. Quizás, en inicio, sí, fue un movimiento al socialismo…
pero se desviaron por el camino. Los textos de Claudio en el libro dan
una visión de la realidad boliviana más veraz que la que nos llega por
otros medios. Así que recomiendo su lectura a los integrantes de esa
izquierda que comentamos. De esta manera se ahorran el viaje… y el
trauma subsiguiente.
- En tu parte del libro se vislumbra una profunda desazón por la deriva sociocultural de la que ha sido víctima Madrid en las dos últimas décadas. Desde que redactaste estos textos ha cambiado radicalmente de signo político el ayuntamiento, algo que seguramente no podías ni imaginar cuando estabas en ello. ¿Crees que hay visos de mejora al respecto? ¿Semejante estropicio es irreparable?
Ha cambiado radicalmente de signo vital.
Al fin hay vida inteligente en el ayuntamiento de Madrid, y eso ya es
mucho. Pero hace tiempo que la política dejó de ser maestría de
inteligencias. A la política ya sólo se llega por mediocre, y sólo los
más mediocres y serviles hacen carrera en política. Porque no son ellos
quienes nos gobiernan, recuerda. Los mercados son los titiriteros de la
sociedad moderna, y precisan títeres sumisos para mejor organizar la
función. Lo de Madrid es especialmente doloroso, obsceno. Esta ciudad ha
pasado de ser referente cultural y de apertura a lo ajeno, a mera punta
de lanza de la España más rancia y casposa, hasta el punto de afectar a
sus propios ciudadanos y convertirlos en autómatas programados para la
individualidad y la indolencia. Antes, Madrid era una ciudad alegre. Hoy
es una ciudad hostil. Lo único que alegra a sus ciudadanos es consumir
en las miríadas de negocios sin alma que han transformado la misma
arquitectura urbana hasta convertirla en una burla de lo que fue. Pero
no seamos tan negativos. Aún quedan núcleos de resistencia ciudadana. En
ellos se ha gestado este cambio de gobierno. Quién sabe si no se estará
gestando en ellos, también, el cambio social que nos devuelva la
alegría. Mientras tanto, por si acaso, espero haber podido rescatar, en
el libro, ese Madrid de filo y nervio que tuvimos la suerte de vivir,
algunos.
- Al fin alguien reivindica sin cortapisas la literatura de Umbral. ¿Este país sabrá separar alguna vez el arte de la ideología, de la actitud…, incluso del aspecto físico del artista en cuestión?
La pregunta, creo, es si este país sabrá
alguna vez admirar sin paliativos a alguien que triunfe por sus
cualidades creativas, artísticas, científicas, intelectuales, y no sólo
por el número de goles, poles y demás vacuidades. Caín nació en
España, y la quijada de burro es el arma de destrucción masiva por
excelencia de nuestro bendito país. Reivindico no sólo la literatura de
Umbral, sino incluso su actitud de rock and roll star. Y es que
un literato también tiene derecho a crearse su personaje. Porque si es
excepcional debe serlo absolutamente, como proclamaba Rimbaud. Y Umbral
era absolutamente excepcional. Lamentablemente, sigue siendo más
recordado por su forma de estar en sociedad que por su literatura, que
era su manera de estar en el mundo. A Umbral hay que leerlo para conocer
a la persona detrás del personaje y, sobre todo, para descubrir que si
la lengua española nació, fue para que genios como él pudiesen
retorcerle el pescuezo hasta extirparle la última gota de sangre y
esculpir con ella inmensos charcos de Belleza. El problema es que
hablamos de literatura, y en España, más que leer, se consume, ya lo
dije cuando hablaba de Madrid. Luego resulta que un tipo como
Houellebecq, por ejemplo, es Dios, por muy papanatas que parezca, es un
referente literario, ¡un genio! Será que viene de fuera. A Umbral se le
respetará, en España, el día que alguien de afuera venga a decirnos que
era un genio, como hubieron de hacer los franceses con Cervantes. Este
año se cumplen 40 de la publicación de Mortal y Rosa, obra
cumbre de la literatura, no ya nacional, sino mundial, y la noticia
apenas ha ocupado las columnas de tres o cuatro literatos y periodistas
sin miedo al desprestigio por proclamar la grandeza de un autor
irrepetible… ¡con lo mucho que nos gustan las efemérides!
- Por último, una curiosidad: ¿A qué tanta aversión por Pío Baroja?
Supongo que esta pregunta viene al hilo
de la referencia que hago en un capítulo del libro en que decido
transformar a Baroja en metáfora de lo cotidiano, para remarcar lo mucho
que yo huía de ello en los tiempos que narro en dicho capítulo. Pero no
me provoca ninguna aversión Baroja. Al contrario, la aversión me la
provoca mi voluntario desconocimiento de su obra. Al fin y al cabo, yo
también fui educado en este país, y cuando, en la escuela, me obligaron a
leer a Baroja, yo andaba enredado con los surrealistas, Céline, Henry
Miller, y sus largos párrafos de verbo sincopado y profuso. La economía
expresiva de Baroja me supo a poco, supongo, en aquel tiempo, y luego la
vida me llevó por otros derroteros, de manera que nunca presté a su
obra la atención que merece. Asignatura pendiente.
SOBRE LOS AUTORES
Pablo Cerezal: Madrid, 1972. Los cuadernos del Hafa (Carena, 2012) está ya considerada una novela de culto. Mantiene activos los blogs Postales desde el Hafa y Vislumbres de El Dorado. Ha colaborado en las antologías Erosionados (Origami, 2013) y El descrédito. Viajes literarios en torno a Louis-Ferdinand Céline (Ediciones Lupercalia, 2013). También escribe guiones (Mínimo Producciones) y colabora en medios escritos como Frontera D, Red Marruecos y Esto no es una revista (España, Marruecos y Argentina, respectivamente).
Claudio Ferrufino-Cocqueugniot: Cochabamba, 1960. Con El exilio voluntario (Alberdania,
2011) el osado escritor boliviano residente en Estados Unidos se hizo
con el Premio Casa de las Américas en 2009 y con Diario secreto (Alfaguara,
2011) con el Premio Alfaguara Bolivia de Novela 2011. También es autor,
entre otros tantos, del libro de prosa poética Virginianos y de la novela El señor don Rómulo,
con la que obtuvo una mención especial en el Premio Casa de las
Américas. Colabora periódicamente en prensa y mantiene activos los blogs
Le Coq En Fer y Sugiero Leer.
Pablo Cerezal Claudio Ferrufino-Cocqueugniot
La edición española de Madrid-Cochabamba (Cartografía del desastre), de Pablo Cerezal y Claudio Ferrufino-Cocqueugniot, ha sido editada por Ediciones Lupercalia (www.edicioneslupercalia.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario