Por Emilio Losada
La luz brota
del subsuelo cuando menos se la espera.
Juan Goytisolo
De los alcoholes y de las
viandas, del garito, del restorán y del cinematógrafo iniciático, de Miller a
Umbral, de Dylan a Antonio Vega, de la Biblioteca de Alejandría a los libros de
viejo del Paseo de Recoletos, estación de término soñada para su lúcida obra
por el de Madrid, de las mujeres con las que se comparten cimas y asperezas y
de las que amenizan soledades siempre que, como otrora aconteciese al glorioso
antisanto boliviano, no se interponga en el trance un irresistible elepé de
Neil Young & Crazy Horse, de las infancias que pasan casi sin olerlas y
apenas dejan como testimonio los reumáticos huesos de una bicicleta, de la
penca muerte, de los pencos muertos al relente o en los nichos, pero sobre todo
de la penca vida, toneladas de vida hay en esta joya de libro, primero se vive
y luego se escribe, es ley de leyes, nunca es al revés, ya nos lo dejó claro
antes de los diecinueve el renacuajo de Charleville, cuánta vida y cuánta alta
Literatura hay aquí, con Ele mayúscula, sí, Ele también de Libertad, Ele
Libertaria, pura y bruta prosa esta, hermosa y desquiciada, de la que sólo se
deja ver muy de vez en cuando a estas alturas del tinglado, Pablo y Claudio,
Claudio y Pablo, Madrid-Cochabamba, Cochabamba-Madrid, obra de arte de primer
nivel, vaya par de dos, Pablo, el poeta disfrazado de prosista, ya dio el aviso
cuando tras enamorarse de y en Marruecos parió aquella maravilla de
novela, Los cuadernos del Hafa, ahora
en su parte de este libro, precisamente desde Cochabamba, es una larga
historia, evoca melancólico sus correrías por aquel irrecuperable Madrid previo
a la nefasta irrupción de Álvarez del Manzano y sus putrefactos acólitos,
malditos sean por siempre, aunque no se hunde del todo, culebrea por los
recovecos y da con el respiradero, en su búsqueda de una señal para la
esperanza felizmente la halla en la sonrisa extranjera, se sale en «Razas del
extrarradio», menuda oda mil leches, chico, chúpense ésa, víboras perladas de
Madrid Norte, y qué decir de Claudio, el mago de la prosa histérica, prosa
volcánica, que dice Pablo, es lo mismo, de muy joven incurre Norteamérica,
pelea y compadrea a ritmo de rocanrol, marea la perdiz con urgencia beatnik, seduce y cata vicios, devora
libros y escribe, afila sus bigotes de irreductible galo y lanza al mundo,
entre otros tantos, El exilio voluntario,
vaya artefacto, como cada uno de los que aquí nos suelta en formato corto,
donde igual abofetea inmisericorde a los políticos que comen flores mientras
reparten miserias como rememora perversos alivios a consta de la Deneuve
previos a los días de chicha y rosas, Pablo y Claudio, Claudio y Pablo, Lou Reed
los cría y ellos se juntan, otra larga historia, pero qué forma de escribir,
qué barbaridad, lo hacen con un cuchillo entre los dientes, dejan tan alto el
listón que ya es que ni con pértiga, y nada hay que recriminarles, son malos de
los buenos, en pleno desastre se toparon con la penúltima botella, es un símil
a medias, y para evitarnos posibles disgustos no dejaron que la viésemos ni
medio vacía ni medio llena, la hicieron trizas, aunque, eso sí, antes se la
bebieron toda.
La
edición española de Madrid-Cochabamba
(Cartografía del desastre), de Pablo
Cerezal y Claudio Ferrufino-Cocqueugniot, ha sido editada por Ediciones
Lupercalia (www.edicioneslupercalia.com)
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