Caranalga de mí, en diciembre murió uno de mis grandes ídolos y yo ni me
enteré. En otoño de 2010 Nueva York se interpuso a la opción Tirol, que
estaba a huevo; mas siempre quise dejarme caer por la tierra del tipo
para, entre otras cosas, presentarle mis respetos en forma de rendida
genuflexión en la puerta de su morada o ante la barra de la taberna de
turno. Hasta el crematorio y más allá perdurará la extrema admiración
que siento por el maestro Lang, que seguramente sabrá excusar tamaña
desconsideración por mi parte y, ¿por qué no señalarlo?, los descojonos
que me ha proporcionado su peculiar arte (¿qué le voy a hacer, si nací
en el Mediterráneo?). Qué maravilla de humano y de voz, pero qué
maravilla... Jodel forever!!!
E.L.
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