sábado, 4 de julio de 2020

¿Eing?

"Cuando concluya usted que al fin ha escrito algo realmente bueno lea cuarto y mitad de una página de cualquier cosa de este so pedazo de truhanón y baje esos humos, ande". De Los talleres pa los coches nomás, si acaso y tal. Tío Camuñas Revisited, 2020.

miércoles, 24 de junio de 2020

OJIPLÁTICA LECTURA DE "SE RUEGA SILENCIO"

Silencio, va. Un alto, ja n’hi ha proustop, arrêtez… ¡para! Muchas palabras en tus últimas cagadas. ¿Demasiadas? Puede. La capacidad de síntesis no es lo tuyo. De todas formas, bien hecho, muchacho. Primera mitad del año y ya tienes las dos encomiendas bastante apañadas. Ahora, a dejarlas respirar. La lucha vendrá luego, cuando el 75% aprox. de ambas te parezca una basura. Y no hablemos de lo de colocarlas. Pero todo menos el berrinche, eso sí que no. Del llorar que se encarguen otros. No sabes por qué no los mandas definitivamente al carajo. Quizá es que los ves necesarios. Tú a lo tuyo: construye/destruye/reconstruye, es la vieja premisa, no falla. O, bueno, si falla que falle, pero por ti que no quede. Tienes un mensaje. Se te pregunta si te aburres con esto del arresto domiciliario. ¡Acabáramos! Se pudran las muelas de los que se aburren. Una a una. Y que les salgan un buen par de flemones de propina. Uno por carrillo, a falta de las buenas gallardas a palma abierta que merecen, pa que espabilen nomás. Tú sigue sin darles cancha, cierra el pico y a tu merecido receso, campeón. En realidad los quieres. Igual necesitan tiempo. Tú mismo precisaste tiempo… en su tiempo (jajojí). También metiste la gamba a base de bien, pero aprendiste. Dicen que no se cambia, pero se cambia, claro que se cambia. Tú eres la prueba fehaciente de que se puede cambiar. Lo que jode es que sean amigos. Vueltas y vueltas a la misma autocomplaciente chingadera. Unos, que si los editores son unos hijos de puta (¡y van!); otros, desde América, arreglando España (y viceversa); casi todos desquiciados por sus manidas relaciones…, y la retahíla de rigor, copón con la retahíla de rigor: el mundo, la sociedad, los próceres, que no se me comprende, con lo artistazo que soy, se me tiene manía… La cantinela de siempre, ya apenas si te asomas a ese acaparador mentidero digital. No te pierdes nada. En todo caso te ahorras disgustos. En fin, Serafín…
Mientras apañabas lo tuyo has acumulado lecturas. Ni series, ni videoconferencias ni hostias: negro sobre blanco y en riguroso papel, como siempre. Muchas de estas lecturas estaban pendientes. Das con una de ellas. Te llama desde la estantería (suele suceder, y a veces a grito pelado, más en las ajenas que en las propias, podrías enumerar decenas de títulos, de autores, de sitios). Llevabas tiempo avergonzándote de no haberle hincado el ojo todavía a esa novela, máxime cuando el autor tuvo la deferencia de enviártela y dedicártela sin conocerte de nada, ya ves, como si fueras alguien en el mundillo y todo. Ya te vale, al menos ojeas todo lo que te envían. Habías leído su otro libro, el de relatos de putas, que también te envió, y te había gustado; pero algo te decía que eso no te iba a pasar con la novela. En esta ocasión te falló el instinto. Al cabo de nada sucede. Y estas cosas suceden muy poco. A las veinte páginas te empiezas a poner nervioso: ¿estás ante una obra maestra? A las pocas horas ya te lo puedes soltar en voz alta: indiscutible obra maestra de todas todas. Apagas la luz, paladeando ese silencio que el autor tanto reclama en la obra te abandonas a la inconsciencia y cuando te das cuenta ya estás desayunando. En el mundo con el que acabas de soñar los libros de Pepe Pereza se venden por cientos de miles, y no sólo en librerías, sino en quioscos de prensa, en las tiendas de revistas de aeropuertos, estaciones de trenes y autobuses y en las áreas de servicio; visionaste ejemplares desperdigados en las salas de espera de los dentistas y en las peluquerías, junto a números atrasadísimos del Pronto, Revista de HistoriaNational Geographic y aledañas; en ese mundo tan agradable los taxistas situados en la primera línea de las paradas gruñen cuando solicitas su servicio porque tienen que dejar lo último del colega en el salpicadero para llevarte a tu puñetero destino; Nalgatriste, celoso del éxito de «ese macarra del tres al cuarto de Logroño», intenta desacreditarlo en Twitter de todas las formas posibles, hasta se cachondea de su alopecia; pero nuestro héroe no contraataca, tiene demasiada clase para rebajarse a entrar al trapo en las bajunadas del amigo; sí lo hacen sin embargo miles de sus seguidores, que al poco consiguen que aquel pobre hombre, abucharado, elimine el tuit. Éxito y calidad, alguna vez tenía que suceder. Pereza ha alcanzado un estatus. Es una cara conocida en late nights, pero se niega a asistir a programas de esos tan repulsivos donde te mezclan con tertulianos…, o en aquel otro en el que salen dos hormigas de peluche preguntando gilipolleces. Va a lo suyo y hace bien. A veces añora la vieja tranquilidad. Tanto bombonazo esperándolo en la puerta de casa y tanta gaita. La mayoría de las veces pica, pero otras las despacha en plan fino con un «nena, hoy sólo tengo ganas de liarme un canuto, ver un rato la tele y acostarme; pásate mañana, si acaso». Qué cabrón.
Eo, eo, eo… Stop, arrêtez de nuevo. Para el carro, para. Corta la caranalgada. Fue un sueño y ya…, o más bien una de esas chorradas que se te pasan por la cabeza por la mañana con la caraja. Lo que tienes claro es que te reafirmas en lo que concluiste hace unas horas: anoche te zampaste del tirón una obra maestra. Y esto sucede tan poco… Ahora, café americano en mano, pinchas «Bird on the Wire». Ah, la música, la poesía…, prácticamente las únicas manifestaciones artísticas donde se puede alcanzar la perfección. Hay demasiados trazos en la pintura, demasiados planos en el cine, miles de palabras en la novela. La novela, sí, la puta novela. A veces hay perfección absoluta en la novela, ojo, aunque sólo en fragmentos. En las páginas 107 y 108 de Se ruega silencio, por ejemplo. Casi resumen el mundo, la vida. Y el conjunto, lo dicho: obra maestra indiscutible. Punto. Has dicho. 

lunes, 2 de marzo de 2020

Sobre los divinos Verlaine y Sawa y cierto infraser

Escribe el divino Sawa: "Aquel día del mes de enero era llorón y triste, y desde la cama lo sentía yo transcurrir, ansiando su fenecer". Mr. Robert, el dueño del hotelucho parisino donde se hospeda el literato, entra en la habitación sin avisar. Tiene un recado de Mme. Krantz, "la postrera mujer íntima del poeta". El poeta en cuestión es nada más y nada menos que Verlaine, que está expirando. Mme. Krantz le ha pedido a Mr. Robert que le dé el aviso al amigo y discípulo. El divino Sawa acepta de inmediato la luctuosa invitación. Cuando se presenta ante el maestro, este acaba de morir. Escribe: "¡La infecta calle y el triste fin de aquel misérrimo soberano! Al besarlo en la frente, la noté tibia aún. Mme. Krantz me confirmó, en efecto, que aquella caparazón inerte, aquellos despojos, habían sido todavía un hombre muy pocos momentos antes..." Se acerca también por allí el dramaturgo y novelista Catulle Mendès, quien contó más tarde: "Yo estrecho la mano del muerto, una mano pequeñita, muy pálida, un poco encogida y tibia aún, como si en ella quedara todavía amistad".
De “Iluminaciones en la sombra”. Si esto no es una lección magistral de literatura histérica, que suba Satán y lo vea. 
[Anécdota contemporánea o post data o moraleja o lo que sea: El divino Sawa, oriundo de Sevilla, absolutamente olvidado. El putrefacto Antonio Burgos, oriundo de Sevilla, flamante Hijo Predilecto de Andalucía].